Colombia
Eligió llamarse Francisco, y con ese nombre marcó el rumbo: una Iglesia cercana y al servicio de los más olvidados.
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Por: María Paula Vargas Rodríguez
Creativa Digital
El 13 de marzo de 2013, el mundo observó con asombro cómo el humo blanco salía del Vaticano: Jorge Mario Bergoglio, cardenal argentino, había sido elegido como el nuevo líder de la Iglesia Católica. Más allá de ser el primer papa latinoamericano, su primera decisión como pontífice capturó la atención global: eligió llamarse Francisco. Una elección sencilla, pero profundamente simbólica.
Lo que parecía un simple nombre resultó ser una declaración de principios. El Vaticano confirmó que el Papa adoptó este nombre en honor a San Francisco de Asís, el santo italiano del siglo XIII, venerado por su humildad, su amor por los pobres y su profunda conexión con la creación. Desde ese instante, quedaba claro que el nuevo Papa quería una Iglesia pobre, cercana al pueblo y comprometida con la justicia social.
Pero esta elección no fue improvisada. Durante el cónclave, el cardenal brasileño Claudio Hummes se acercó a Bergoglio y le susurró una frase que lo marcó: "No te olvides de los pobres". Esa simple exhortación, sumada a la admiración que el entonces cardenal ya sentía por San Francisco, terminó de sellar su decisión.
Ya en Argentina, Bergoglio era conocido por su estilo austero. Viajaba en transporte público, evitaba los lujos y dedicaba su tiempo a las comunidades más vulnerables. Elegir el nombre Francisco fue coherente con su forma de vivir la fe: despojada, cercana y al servicio del otro.
Nacido como Giovanni di Pietro Bernardone entre 1181 y 1182, en una familia adinerada de Asís, Francisco vivió una juventud acomodada. Fascinado por la caballería y la vida alegre, sus días cambiaron tras una serie de experiencias personales y espirituales que lo llevaron a renunciar a su herencia y abrazar una vida de pobreza radical. Escuchó el llamado de Dios en una iglesia en ruinas: “Repara mi iglesia”, y así comenzó una transformación que lo llevaría a fundar la orden franciscana.
San Francisco predicaba con el ejemplo. Rechazó la riqueza, cuidó a los enfermos, convivió con los marginados y habló con amor incluso a los animales. Su espiritualidad no solo tocó a sus contemporáneos, sino que dejó una huella que llega hasta nuestros días.
Con el nombre Francisco, el papa no solo honró a un santo, sino que marcó una ruta. Una de servicio, humildad y cercanía. En un mundo de desigualdades y desencantos, su elección fue un recordatorio de que la verdadera grandeza está en lo sencillo.
Más que un gesto simbólico, su nombre se convirtió en un mensaje: la Iglesia, como San Francisco, debe volver a sus raíces, a los pobres, a los olvidados. En tiempos de cambios y desafíos, Francisco eligió ser el "pobrecillo de Roma", guiado por el espíritu del "pobrecillo de Asís".
Este 21 de abril recordamos su legado. Durante 12 años fue pontífice, pero su impacto trasciende ese periodo: fue toda una vida dedicada al servicio. Incluso el nombre que eligió, Francisco, reflejaba su compromiso con los más humildes y su deseo de que la Iglesia fuera una voz para quienes no la tenían.