Colombia
A solo cuatro horas de Bogotá, un rincón escondido del Valle de Tenza te regala sol, senderos, aventuras y una playa natural en pleno Boyacá. El secreto para llegar: Arenita, la perrita guía que conoce el camino mejor que nadie.
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Por: Equipo de Redacción
Redacción Digital
Cuando se piensa en playas y en Boyacá, casi todos imaginan el Lago de Tota. Pero, escondida entre las montañas del municipio de San Luis de Gaceno, existe una joya natural que pocos conocen: una playa de arena blanca, aguas limpias, clima cálido y senderos que invitan a desconectarse del mundo.
Este rincón queda en pleno pie de monte llanero, donde el paisaje boyacense se funde con los primeros respiros del llano. Es parte del corazón del Valle de Tenza, una región que parece sacada de un sueño verde, con niebla que baila entre las montañas y cielos que en enero se tiñen de azul profundo.
No se llega por accidente. Hay que quererlo. Primero, respetar el paso conocido como “El Indio”, a quien los locales piden permiso antes de entrar. Luego, buscar a Arenita, una perrita que, según los guías de la zona, es la única capaz de encontrar el camino exacto hacia esta playa escondida.
Este nivel de aislamiento no es un capricho: es parte de la magia. Aquí no hay multitudes, ni basura, ni vendedores insistentes. Solo naturaleza virgen, sonidos de quebradas como la Tontogue y una sensación permanente de estar entrando a un territorio sagrado.
Para llegar al lugar necesitas estar acompañado de guías, quienes promueven el turismo consciente y sostenible. Monkey Experience, por ejemplo es una agencia local que conocen cada piedra del camino, y su trabajo no solo protege el ecosistema, sino que también impulsa la economía de las familias del lugar.
Sus planes incluyen caminatas por senderos rodeados de vegetación nativa, charlas sobre el territorio, baños en aguas cristalinas y experiencias que buscan conectar a los visitantes con la tierra. No es solo un paseo, es una forma de reencontrarse con lo esencial.
El Valle de Tenza tiene mucho más para ofrecer. Hay embalses que parecen espejos en medio de las montañas, pueblos como Guateque y Somondoco llenos de historia y sabor, y pozos naturales donde el agua es azul zafiro o verde esmeralda.
Aquí también se come mogolla guayatuna, carne al caldero, chicharrón de cuajada y se escucha hablar a los locales con un acento propio y entrañable. Es una tierra con personalidad, perfecta para quienes buscan algo más que fotos bonitas para redes sociales.
El clima cálido, los bajos costos, el internet de buena velocidad y la cercanía a Bogotá hacen de esta región un destino ideal para nómadas digitales, artistas y soñadores. No es un lugar para turistas apurados. Es un territorio para quienes quieren detenerse, escuchar el viento entre los eucaliptos, ver las estrellas sin filtro y, por qué no, aburrirse un rato.
La playa secreta de San Luis de Gaceno no tiene nombre en los mapas, pero deja huella en quien la visita. Es Boyacá como nunca lo habías visto: cálido, salvaje, íntimo. Y sí, quizás no sea tan fácil llegar, pero el viaje –como la vida misma– vale más cuando se gana paso a paso.