Colombia
Olímpica Stereo acompañó a emprendedoras y trabajadoras rurales que compartieron saberes, recetas y sueños durante el evento cargado de mensajes para la sociedad.
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Por: Juan Manuel Arias Montenegro
Creativo Digital
En la Plaza de Mercado de Paloquemao, en Bogotá, se vivió la final de Miss Campo Colombia, un certamen que busca reivindica la dignidad y el esfuerzo de las mujeres campesinas y comerciantes populares.
El evento, que se llevó a cabo en la mañana del viernes 3 de octubre de 2025, marcó un hito al dar visibilidad nacional a quienes se han "sentido históricamente invisibles" en la vida rural y comercial del país.
En el certamen, Dalia Bernal, directora de Olímpica Stereo Bogotá, y La Negra Candela, fueron juezas y las encargadas de elegir a la soberana, por lo que desde Olímpica Stereo recogimos los testimonios de estas mujeres luchadoras.
Miss Campo Colombia reunió a mujeres de distintas edades y regiones, incluso, muchas de ellas viajaron largas distancias para llegar a Bogotá y compartir sus historias.
Según contó Marleny Ballesteros, de 75 años y representante de la plaza de mercado de Villarrica, Tolima, fue elegida luego de la visita de Jorge Lozano, organizador del evento, al pueblo:
“El señor Jorge Lozano fue a Villarrica y nos escogió para participar. Me siento privilegiada porque a esta edad vuelvo a vivir nuevas cosas, mi familia está feliz y yo también. No pensé que algún día concursaría, pero la vida es así, una se enfrenta a todo”.
El certamen no solo resaltó el trabajo diario de estas mujeres en las plazas de mercado del país, sino que sirvió para resaltar su contribución a la cultura, la economía local y la transmisión de conocimientos tradicionales.
Yeimi Johana García Sierra, que representa a Ubaté, Cundinamarca, relató que su familia la motivó a concursar: “Mis hijas me dicen que soy hermosa, que puedo, y mi mamá quería que viviera esta experiencia. Más allá del premio, esto me sacó de la rutina y me permitió conocer a mujeres 'berracas,. aquí nos han tratado como reinas, antes veía ser reina como inalcanzable, y hoy puedo decir que los sueños sí se cumplen”.
Buena parte de las participantes mantienen y representan la riqueza de sus regiones a través de su actividad gastronómica y campesina.
En Ubaté, García Sierra es dueña de un restaurante en la plaza Ricaurte donde el plato insignia es la gallina y el mute de maíz, por lo que, para ella, su presencia en el certamen es una celebración de la diversidad de las mujeres trabajadoras y un mensaje a quienes desde la ciudad desconocen esa realidad: “La oportunidad de estar aquí nos permite mostrar que todas valemos por lo que somos y hacemos, no solo en la plaza o el restaurante”.
En la plaza de mercado de Turbaco, Bolívar, Luz Dary María Castilla trabaja en un negocio familiar de fritos.
Fue seleccionada tras ser observada por el propio Jorge Lozano y, aunque al comienzo dudó de la invitación, la confianza de su comunidad y el apoyo de su madre la impulsaron.
Castilla tiene 20 años y su historia resalta la brecha generacional entre las concursantes, en el que algunas superan los setenta años, y las nuevas perspectivas de la juventud campesina.
Desde Nariño, Antioquia, llegó Mónica Ramos, que es orgullosa hija de la vereda San Andrés, y que participó luego de una convocatoria difundida en video en redes sociales: “Vengo de una vereda muy alejada, todos me apoyaron. Nuestro trabajo con la caña, el café y el ganado resulta olvidado y esto es una ocasión para visibilizarlo”.
En el caso de Tatiana Rueda López, representante del Valle del Cauca, la decisión de participar estuvo motivada por el deseo de apoyar a todas las candidatas: “Al comienzo quería dar visibilidad a otras, pero vi que el proceso sería equitativo con un jurado que valoraba más que los 'likes'. Formar parte de este homenaje colectivo a las mujeres campesinas es gratificante”.
Ambas concursantes subrayaron que el certamen no es un concurso de belleza tradicional, pues la presentación de cada historia de vida fue el centro del evento, suscitando expectativas y nerviosismo entre las concursantes por el reto de desfilar y narrar experiencias personales ante el público.
Johana Rincón Amaya, proveniente de Villavicencio y creadora de contenido sobre la vida rural bajo la cuenta "aprendemasdelcampo, hizo hincapié en la importancia de representar “la labor de la mujer que labra el campo con sus propias manos”.
De Medellín, Lady Betancourt Serna, carnicera y referente en la plaza minorista, transmitió la relevancia de visibilizar el trabajo femenino en espacios considerados tradicionalmente masculinos: “El valor de nuestro trabajo diario, todos los obstáculos y la lucha por los hijos y la familia, no habían recibido un reconocimiento así”.
Algunas de las participantes, como Sandra Patricia Chavarro, comerciante de plantas en Honda, Tolima, han dedicado casi toda su vida al trabajo de plaza y a la transmisión de tradiciones:
“Llevo cuarenta años trabajando en la plaza. Mi oficio es herencia de mi abuela, y cada día se aprende algo. La vejez es aprendizaje y compartir con mujeres de otras regiones es muy enriquecedor”.
En el extremo norte, la representante de la plaza de Riohacha, Yelis Alvarado, dio testimonio sobre el esfuerzo y las dificultades para sostener a sus hijas.
Contó que, pese a las dudas iniciales de su familia, decidió viajar para vivir la experiencia y conocer otras realidades: “Siento mucho orgullo por trabajar para mis hijas. A veces lo hago enferma, mis hijas son mi motor para seguir”.
Los relatos de las concursantes ilustraron la variedad de oficios, productos y costumbres. Por ejemplo, Mariluz Torres, cocinera de Gachancipá, Cundinamarca, y que compartió sus conocimientos en el libro Sabores de Cundinamarca por su fiambre gachoncipeño, explicó que la posibilidad de participar nació al ver el anuncio en redes sociales:
“Pensé, ¿por qué no resaltar el trabajo de la mujer trabajadora, emprendedora, la que saca adelante su familia todos los días? Conocer otras mujeres en sus roles fue lo más bonito que me ha pasado”.
Su plato, el fiambre, se elabora con arroz, plátano, chicharrón y gallina envueltos en hoja de plátano, acompañados de arepas y dulces tradicionales, un manjar que era común para los jornaleros en los campos de trabajo.
De Duitama, Boyacá, Leidy llegó a hacer parte del concurso de la mano de un concejal que la animó a inscribirse. Hoy, con 23 años, vende frutas y verduras, y se reconoce como una de las jóvenes del grupo: “Nunca pensé que participaría, porque las demás tenían más experiencia, pero fui seleccionada y aquí estoy”.
Sindy, trabajadora en el mercado de Basurto, Cartagena, se unió al concurso luego de una invitación recibida durante una entrevista en su puesto de comida costeña.
Bajo la consigna de que “participar ya es ganar”, la representante de Cartagena compartió el entusiasmo y nervios propios de una primera experiencia viajando a la capital.
Desde Arboledas, Daniela Montenegro relató cómo su ingreso al evento surgió por insistencia de sus compañeros de trabajo y familiares: “Trabajo en el puesto de don Marcos Vargas y Esther Mora, quienes llevan treinta y cinco años en la plaza. Continuar ese legado y representar el municipio es un honor. Superé mi timidez para aceptar el desafío y hoy me siento muy feliz de haber conocido a tantas mujeres y aprendido de sus historias”.
Para muchas, la mayor conquista fue reconocerse a sí mismas, superar el anonimato y reconocerse como referentes en sus comunidades, pues este fue un mensaje recurrente en los testimonios, sobre todo en las palabras de quienes se sintieron ganadoras con el simple hecho de haber llegado a la final.
Las participantes insistieron en el valor colectivo del certamen: “Aquí nos encontramos mujeres diversas, de muchos oficios, que cada día se levantan por sus familias. Esta es una oportunidad para que la sociedad entienda la importancia de la mujer campesina”, aseguró Yeimi Johana García Sierra de Ubaté.
Desde la organización, recalcaron que el objetivo es dar reconocimiento y representación a las voces rurales y urbanas que constituyen el tejido económico y social de Colombia.
El evento no tuvo carácter comercial ni de espectáculo, incluso, el certamen fue definido por las propias concursantes como un homenaje a todas las mujeres trabajadoras, desde la tradición culinaria hasta la labor de la tierra, pasando por emprendimientos familiares y comunitarios.
Varias de las finalistas afirmaron sentirse ganadoras desde el momento en que fueron seleccionadas entre más de 200 aspirantes.
El cierre del certamen permitió escuchar un mensaje unificado: el orgullo de representar a sus comunidades, la gratitud por el reconocimiento recibido y el deseo de que nuevas generaciones encuentren cada vez más espacios para visibilizar su labor.
Olímpica Stereo acompañó la jornada para que las historias de estas mujeres lleguen a todos los rincones del país. Miss Campo Colombia terminó, pero las historias y la huella de estas mujeres continúan abriendo espacios para la dignidad y el reconocimiento de su trabajo.