

Colombia
La exhibición permite a los visitantes recorrer una réplica de mina con sonido, temperatura y materiales originales.
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Por: Juan Manuel Arias Montenegro
Creativo Digital

La riqueza de las esmeraldas colombianas fue el centro de atención durante el Cundinamarca Fest, celebrado en el Parque Simón Bolívar.
En el evento, visitantes y familias tuvieron la oportunidad de sumergirse en una experiencia inmersiva única: la reproducción fiel de una mina de esmeraldas, inspirada en la legendaria mina La Vega de San Juan de Gachalá.
Esta exposición no solo recrea el ambiente y los sonidos propios de una labor minera real, también ofrece una mirada educativa sobre la historia, la geología y la importancia cultural de una de las gemas más valiosas y reconocidas a nivel mundial.
Una de las atracciones principales del Cundinamarca Fest estuvo centrada en la historia de la Esmeralda Emilia, hallada en 1967 en la mina La Vega de San Juan, en Gachalá.
Según explicó Cristin González, estudiante operadora del Sena y colaboradora del Museo Internacional de la Esmeralda, este hallazgo marcó un antes y un después en la minería colombiana.
La Esmeralda Emilia pesó 7.025 quilates, más de tres libras, y fue vendida por 28,5 millones de dólares a Harry Winston, un joyero estadounidense de renombre; actualmente, la piedra se conserva en su estado original en el Instituto Smithsoniano de Washington, sin haber sido tallada ni transformada en joya.
Gachalá, ubicada a unos 142 kilómetros de Bogotá, alrededor de dos a dos horas y media por carretera, es hoy un destino indispensable para quienes desean conocer la riqueza de la minería esmeraldera y la cultura local asociada a esta actividad; además de la mina Vega de San Juan, existen otras explotaciones de menor producción, pero igualmente representativas para la región.

La reconstrucción de la mina en el pabellón Cundinamarca para el Mundo en el Cundinamarca Fest permite a los asistentes experimentar en primera persona la atmósfera de las vetas esmeralderas.
Según González, la réplica está ambientada con sonidos mineros, temperaturas elevadas y la estructura de soporte habitual para evitar derrumbes, factores que reflejan las condiciones reales de una explotación subterránea.
Durante el recorrido, los visitantes pueden observar pirita, conocida como “oro de los tontos”, cuarzo, y reproducciones de gangas, además de piedras de bajo calibre integradas en materiales originales de la mina.
Especial atención reciben las “gangas”, roca encapsulada con incrustaciones de esmeralda que se comercializa sin abrir: existe la posibilidad de encontrar gemas de valor excepcional, aunque, como explicó González, también puede suceder que el contenido sea modesto, representando un riesgo habitual en el comercio local.
La exposición rinde tributo, además, a la figura del minero, con esculturas a la entrada y salida del túnel que representan la labor diaria y el logro de extraer los frutos de la tierra.

La calidad sobresaliente de las esmeraldas colombianas es motivo de orgullo, y según explicó González, se debe a un proceso geológico único a nivel mundial.
La formación de estos cristales ocurrió a temperaturas muy bajas, en un entorno hidrotermal bajo roca sedimentaria rica en sodio. Este elemento absorbe impurezas, lo que favorece una mejor cristalización y transparencia, características que distinguen a las esmeraldas colombianas frente a las de otros países productores como Zambia y Brasil, donde las gemas resultan de procesos volcánicos de alta temperatura, con mayor cantidad de grietas e incluyen tonos menos vivos.
En palabras de Rosa Rodríguez, directora general del Museo Internacional de la Esmeralda, “nuestras bellas esmeraldas están por encima de las de Zambia, las de Brasil, las de Afganistán y Pakistán” representan un motivo de orgullo nacional y una identidad cultural que merece ser transmitida, tanto a nacionales como a extranjeros.
A quienes deseen conocer en profundidad el universo de la esmeralda, Rosa Rodríguez extendió una invitación al Museo Internacional de la Esmeralda, ubicado en el piso 23 del edificio Avianca (Calle 16 #6-66) en Bogotá.
El museo ofrece una experiencia inmersiva que reproduce las condiciones de una mina real en un túnel de 27 metros de longitud, equipado con sistemas de ventilación para simular las condiciones de oxígeno y temperatura bajo tierra.
El recorrido permite contemplar una colección privada compuesta por canutillos, gangas, maclas y cauchones, así como disfrutar de panorámicas inigualables de la ciudad, incluida la vista hacia Monserrate.

Los precios de entrada son $12.000 para el público general, $3.500 para estudiantes y $2.500 para personas de la tercera edad. El horario de atención es de lunes a sábado, de 9:30 a. m. a 6:00 p. m. en jornada continua.
El museo, según Rodríguez, tiene como misión cambiar la perspectiva sobre la minería, resaltando el valor histórico, cultural y educativo de la producción esmeraldera y colaborando con la transmisión intergeneracional de esta tradición.
En esta edición, la Gobernación de Cundinamarca apostó por un montaje de alto nivel en alianza con la firma Páramo, creando un evento de experiencias reales e interactivas, accesible para toda la familia.

Los visitantes del Cundinamarca Fest en el Parque Simón Bolívar han podido disfrutar de una simulación de las minas y de una experiencia de realidad inmersiva de 360 grados en la que se reproduce el proceso de extracción y transformación de la esmeralda.
Al mismo tiempo, conocen la riqueza cultural de pueblos como Gachalá y zonas esmeralderas menos conocidas como Ubalá y Yacopí, que poseen decenas de títulos mineros registrados.
Rodríguez destacó, además, el objetivo educativo y de construcción de identidad promovido por la muestra: “Esto es una magia verde, esto es una emoción, adrenalina, cuando uno se encuentra con lo que nos representa a nivel mundial. Invitamos a valorar lo que las entrañas de nuestras tierras dan...esto es hacer patria, esto es querer el país”.