Colombia
Entre los escombros de la Jet Set, familias claman por sus seres queridos y la música llora una pérdida que aún no puede comprender.
Publicado:
Por: María Paula Vargas Rodríguez
Creativa Digital
Afuera del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF) en Santo Domingo, el sol no solo quema la piel de quienes están a la espera de sus seres queridos, también abrasa los corazones. La multitud se agolpa entre sollozos. Familias enteras, con los rostros surcados por el cansancio y el dolor, claman por una respuesta. '¡Queremos que nos entreguen a nuestros muertos!', grita una mujer mientras golpea con impotencia el portón del recinto. Su voz se apaga entre las decenas que suplican lo mismo, mientras espera noticias de su sobrina Carla Miguelina, cuyo cuerpo aún no ha sido identificado. Cuenta uno de los relatos de la BBC.
La madrugada del martes se tiñó de luto cuando el techo del icónico club nocturno Jet Set se desplomó en medio de un concierto del legendario merenguero Rubby Pérez. La celebración de un cumpleaños terminó en una tragedia sin precedentes: más de 200 personas quedaron atrapadas bajo los escombros. Lo que era una noche de fiesta se convirtió en el escenario de una de las mayores catástrofes humanas que ha vivido República Dominicana en los últimos años.
Rubby Pérez, conocido como “La voz más alta del merengue”, perdió la vida junto a decenas de fanáticos que bailaban al ritmo de sus éxitos. “Estoy destrozado... El mejor cantante que ha dado el género. El amigo y el ídolo se nos fue”, expresó Wilfrido Vargas. Las palabras de los grandes del mundo artístico no se han hecho esperar. “No hay palabras que consuelen ante una tragedia así”, escribió Bad Bunny. “A mis hermanos y hermanas de República Dominicana, los abrazo desde la distancia”, dijo Marc Anthony.
A la morgue de Santo Domingo los cuerpos llegan sin pausa. Según comenta la BBC, muchas de las personas que llegan a la morgue no llegan con la certeza de que sus parientes estén allí. Los peritos forenses trabajan a contrarreloj para realizar las identificaciones, mientras afuera, los familiares oran por una certeza, aunque duela. “Solo queremos darles cristiana sepultura”, repiten algunos de los familiares.
La magnitud del desastre ha dejado en evidencia no solo la fragilidad de las estructuras físicas, sino también de las emocionales. República Dominicana, un país que canta para sanar sus heridas, hoy guarda silencio.
Las autoridades han prometido investigar las causas del colapso y brindar apoyo a las familias afectadas. Mientras tanto, el pueblo llora y espera, con la esperanza de que cada cuerpo hallado pueda regresar a casa. Porque el dolor no descansa, y la dignidad de un adiós merece más que escombros y promesas.