Colombia
En medio de la selva, un pueblo sin ruido ni prisa se convierte en ejemplo de turismo sostenible y asombro natural.
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Por: Equipo de Redacción
Redacción Digital
Puerto Nariño no se parece a ningún otro lugar de Colombia. No tiene carros ni motos. No tiene semáforos, ni ruidos que rompan el silencio de la selva. En su lugar, se escuchan las aves, el murmullo del río y, si tienes suerte, el salto juguetón de un delfín rosado.
Ubicado a orillas del río Amazonas, este pequeño municipio amazónico es considerado el “pesebre natural de Colombia”, y con razón. Sus calles tranquilas, adornadas con jardines y fachadas coloridas, parecen sacadas de una película de fantasía ecológica.
Pero no es ficción. Es real. Y es uno de los destinos más sostenibles del país.
Llegar hasta aquí no es fácil. Desde Bogotá hay que volar hasta Leticia, y luego tomar una lancha durante casi dos horas río arriba. No hay carreteras que lleven al pueblo, y eso ya lo convierte en un lugar distinto. El trayecto es parte de la aventura: un paseo entre árboles gigantes, sonidos desconocidos y una promesa clara de desconexión.
Una vez allí, la rutina cambia. Se camina. Se respira aire puro. Se conversa con los habitantes. Se aprende de las culturas ticuna, yagua y cocama, que conviven respetuosamente con el entorno y entre ellas. Puerto Nariño no solo es verde en vegetación; también lo es en valores.
Uno de los mayores atractivos de Puerto Nariño es el Lago Tarapoto, donde es posible avistar delfines rosados nadando libremente en las aguas oscuras. El espectáculo ocurre temprano en la mañana, cuando la selva apenas despierta, o al atardecer, con el cielo reflejado sobre el agua.
También puedes visitar el Mirador Naipata, una estructura de madera de 18 metros que ofrece una vista panorámica de todo el pueblo y los ríos Amazonas y Loretoyacu. Desde lo alto, la selva parece infinita.
Y si aún te queda energía, camina hasta la comunidad indígena "20 de julio" o entra al Museo de la Fundación Natütama, donde aprenderás más sobre la fauna, la flora y las cosmovisiones de los pueblos amazónicos.
Puerto Nariño no ofrece hoteles cinco estrellas. Aquí el lujo es poder dormir en una cabaña de madera rodeada de selva, sin ruido, sin prisa. Es comer pescado recién sacado del río. Es escuchar historias bajo las estrellas. Es vivir, simplemente, en armonía con la tierra.
No hay bancos. La señal es débil. Pero lo que abunda es lo más escaso en las ciudades: tiempo, naturaleza y silencio.
Puerto Nariño fue el primer municipio en Colombia en recibir la Certificación en Calidad Turística, y no por casualidad. Aquí todo está pensado para conservar, no para explotar. Las construcciones respetan el paisaje, el turismo se hace con conciencia y los habitantes entienden que vivir en la selva no es un reto, sino un privilegio.
Quizás por eso los delfines se acercan tanto. Porque aquí, hasta los animales sienten que están seguros.
Visitar Puerto Nariño es una experiencia que transforma. Es reencontrarse con lo esencial, con lo natural. Es entender que otro modelo de vida es posible. Un lugar donde los motores no suenan, pero los corazones sí laten más fuerte.
Si buscas un viaje que te desconecte del mundo, pero te conecte contigo mismo, Puerto Nariño es tu destino.