Colombia
La experta en etiqueta Carmiña Villegas compartió el paso a paso para disfrutar de este postre que en las calles colombianas se han reinventado con ingredientes como coco, frutas frescas y dulces tradicionales.
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Por: Equipo de Redacción
Redacción Digital
La oblea forma parte del paisaje gastronómico y cultural en Colombia, pues su presentación sencilla, pero de sabores intensos, suele poner a prueba la destreza de quienes la consumen.
Pero, evitar el desorden y disfrutar del postre de manera adecuada puede marcar la diferencia en reuniones familiares, ferias, eventos y situaciones sociales.
Por tal motivo, la empresaria y experta en el arte de la mesa, Carmiña Villegas, compartió el método para degustar la oblea sin contratiempos y sin perder la compostura en público.
A través de un video publicado en sus redes sociales, Villegas resaltó la importancia de la etiqueta al saborear este postre tradicional colombiano.
Su recomendación principal consiste en evitar mordidas grandes o intentar doblar la oblea en su totalidad, práctica que suele terminar en manchas de arequipe o de migas.
Según Villegas, cuando la oblea se sirve en la mesa, lo ideal es trozarla por la mitad y consumirla por pequeños pedazos y de esta manera es posible controlar la cantidad de relleno en cada bocado, reduciendo la probabilidad de untarse los dedos o manchar la ropa.
Si la situación exige comer de pie, como suele ocurrir en ferias o en la calle, la experta señala que el procedimiento debe mantenerse: ir comiendo la oblea por partes, sin llenarse la boca ni ejercer presión que provoque que el relleno se desborde.
Este método permite disfrutar del postre y mantener el glamour, conservando la higiene y los modales ante cualquier compañía.
La historia de la oblea se remonta a la Edad Media en Europa cuando este disco delgado y comestible se fabricaba con una mezcla sencilla de harina, agua, leche, huevos y azúcar o miel.
En distintas regiones, su uso y recetas evolucionaron con el tiempo. Por ejemplo, en Alemania, por ejemplo, la oblea se popularizó como una galleta de pan ácimo con azúcar y tomó distintas formas según la tradición local, sirviendo de base para elaboraciones como barquillos y abanicos.
Desde sus primeros registros, la oblea fue apreciada por europeos medievales y utilizada tanto para presentar alimentos como para resguardar rellenos dulces o salados entre dos discos.
Durante el Renacimiento, la corte francesa la elevó a la categoría de finura culinaria, incluso, más allá de lo gastronómico, la oblea adquirió un significado religioso en la tradición cristiana, siendo un elemento esencial de la Eucaristía.
Al llegar a América, la oblea se fusionó con la riqueza de la gastronomía colombiana, por lo que este postre se expandió en variedad y presentación, adaptándose a los productos y gustos locales.
Suele servirse con rellenos de arequipe, trozos de queso, cremas, frutas y dulces de colores, lo que ha impulsado su presencia en ferias, festivales y celebraciones en todo el país.
En Floridablanca, Santander, las obleas se distinguen por su grosor y combinaciones, logrando reconocimiento a nivel nacional por su singularidad y sabor.
En las calles de Bogotá, municipios de Cundinamarca y otras regiones, las obleas adquieren formas y mezclas creativas con ingredientes como coco, crema de leche, dulce de mora, fresa, mango, maracuyá y frutas picadas, así como versiones de arequipe con café o feijoa.