Colombia
Evitar que un buñuelo explote o quede duro es clave para disfrutar el auténtico sabor de esta bolita dorada, cuyas proporciones, temperatura y trucos ancestrales marcan la diferencia en cada mesa navideña.
Publicado:
Por: Juan Manuel Arias Montenegro
Creativo Digital
En la temporada navideña, los buñuelos colombianos adquieren un papel central en la mesa de miles de familias, pues esta costumbre está arraigada tanto en la historia como en el imaginario colectivo del país.
El relato sobre su llegada se remonta a la época colonial, cuando recetas españolas y árabes llegaron al continente americano y, ante la ausencia de trigo, los colonizadores optaron por el uso de fécula de maíz y almidón de yuca.
Las monjas en conventos añadieron el queso a la masa frita, aportando el distintivo contraste dulce y salado, aunque la técnica de freír en aceite profundo se asocia a la influencia africana, consolidando así la actual versión del buñuelo redondo y dorado.
Para la década de 1960, la tradición del buñuelo ya estaba consolidada como símbolo de la Navidad en Colombia, especialmente en ciudades como Bogotá y Medellín, por lo que el consumo grupal y su forma esférica refuerzan el sentido de unión familiar durante las celebraciones de diciembre.
El buñuelo colombiano destaca por su masa compuesta fundamentalmente por queso costeño, fécula de maíz y almidón de yuca.
En la preparación, el queso costeño, propio del Caribe, resulta indispensable por su sabor salado y su textura seca que evita problemas al freír.
De acuerdo con la preparación de Los del Ñam, la receta tradicional requiere una taza de queso costeño rallado, una taza de queso fresco, una taza de fécula de maíz, media taza de almidón de yuca, un cuarto de taza de azúcar, polvo para hornear y una cucharadita de sal.
Se añade un huevo y una cucharada de mantequilla, mezclando hasta obtener una masa homogénea, la leche se incorpora en pequeñas cantidades, apenas la necesaria para alcanzar la textura ideal.
Un truco transmitido de generación en generación indica que al lanzar una pequeña bola de masa en el aceite, esta debe subir a la superficie en un máximo de cinco segundos, pues si no lo logra, el aceite aún no ha alcanzado la temperatura adecuada.
Las bolitas formadas, de aproximadamente 3-4 cm de diámetro, se fríen en aceite neutro bien caliente, utilizando una olla profunda para permitir que “naveguen” en el aceite, y se recomienda freír las bolitas durante 6-8 minutos, girándolas dentro del aceite para lograr un dorado parejo y una textura esponjosa en el interior.
Buena parte de quienes preparan buñuelos por primera vez se enfrentan a varios desafíos técnicos, pues un queso demasiado húmedo puede hacer que los buñuelos exploten al freírlos.
Por su parte, una masa con proporciones incorrectas, demasiado seca o húmeda, da como resultado buñuelos duros o aplanados.
La temperatura del aceite también resulta crítica: si está frío, los buñuelos absorben demasiado aceite y quedan crudos internamente; si está demasiado caliente, se doran por fuera, pero permanecen crudos por dentro.
No debe sobrecargarse la olla, ya que introducir muchas bolas de masa de una vez reduce la temperatura y altera la cocción.
Tras fritarlos, conviene escurrirlos sobre papel absorbente para retirar el exceso de grasa, la importancia de medir con precisión cada ingrediente y tamizar bien la fécula para evitar grumos, consejos muy valorados por cocineros experimentados.
Las variaciones regionales, como los buñuelos con plátano o dulce de guayaba, reflejan la riqueza gastronómica de Colombia.
El buñuelo colombiano representa una fusión de saberes europeos, africanos e indígenas, y mantiene su carácter de símbolo festivo gracias a la transmisión oral de recetas y secretos.
Cada diciembre, la mesa navideña colombiana reúne esta herencia culinaria, renovada por la creatividad e innovación, pero siempre respetando su esencia tradicional.
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