Colombia
En entrevista para Temprano es Más Bacano, el alcalde Carlos Fernando Galán reconoció que la capital aún no está lista para una transición total en el sistema de basuras sin riesgo de colapso.
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Por: Juan Manuel Arias Montenegro
Creativo Digital
En Bogotá, que cada día produce más de 5.600 toneladas de residuos sólidos, la pregunta sobre el futuro de la recolección de basuras dejó de ser un tema técnico para convertirse en el asunto más crítico de su cotidianidad.
A seis meses del vencimiento de los contratos que mantienen funcionando el actual sistema, la capital del país se acerca al abismo de una potencial crisis de basuras.
La alarma la encendió Juan David Quintero, vicepresidente del Concejo de Bogotá, advirtiendo que el nuevo modelo de gestión, basado en la libre competencia, podría llegar cuando la ciudad aún no está preparada para asumirlo.
Al entrar en detalle sobre cómo funciona la recolección, el propio alcalde Carlos Fernando Galán reconoció, en la entrevista para Temprano es Más Bacano, que Bogotá arrastra problemas históricos en el manejo de basuras y que, pese a promesas y esfuerzos, todavía hay mucho por resolver.
En la actualidad, el sistema se articula a través de cinco zonas operadas por diferentes empresas privadas que, entre todas, recogen los residuos y los envían al relleno sanitario.
Sin embargo, el principal dolor de cabeza no está en esa ruta formal, sino en los llamados puntos críticos o arrojos clandestinos, en los que a diario aparecen muebles, escombros y basura llevados en volquetas, carretas o, simplemente, lanzados desde la esquina.
"Cuando llegamos había más de seiscientos sesenta puntos, ahora han bajado a unos cuatrocientos ochenta", precisó Galán, que agregó que todavía generan cerca de 1.000 toneladas diarias fuera del circuito regular, un costo que le sale a la ciudad por aparte y que pone en entredicho la eficacia del sistema.
La cifra no es menor, dado que Bogotá gasta cerca de 70.000 millones de pesos cada año en recoger lo que la gente deja donde no debe, por lo que para enfrentar este desangre, la apuesta de la administración actual se vuelca a fortalecer Aguas de Bogotá, la empresa del Acueducto, con la meta de que recoja al menos el treinta por ciento de esos residuos ilegales.
Junto a los operadores privados ya está en marcha otro mecanismo que consiste en que un ciudadano llama al 110 y puede disponer, de manera gratuita, hasta dos metros cúbicos diarios de residuos no ordinarios, para las primeras doscientas solicitudes al día.
“Si logramos coordinar esa recolección gratuita y ampliar la cobertura de Aguas de Bogotá, empezaremos a reducir los puntos críticos”, afirmó Galán, que también apuesta por mejorar la información sobre horarios y rutas para que la ciudadanía saque la basura justo cuando el camión pasa, evitando que los desechos pasen días, e incluso semanas, a la intemperie.
Pero aun en zonas con recolección frecuente, el problema persiste: “Hay barrios donde el camión pasa a las seis o siete de la mañana y la gente no alcanza a bajar la basura, así que los residuos permanecen en la calle durante días”, relató el alcalde.
La falta de sincronía entre ciudadanos y operadores termina por multiplicar la suciedad, especialmente en las calles céntricas, donde, según datos de la Alcaldía, hay hasta siete frecuencias de recolección y barrido diarias, y aun así el sector “vive sucio”.
Galán no negó la raíz estructural de la crisis: un déficit crónico de comunicación y cultura ciudadana, agravado por la confusión sobre la función de los puntos de disposición: “Esas canecas plateadas que todos creen que son para basuras grandes, pero el contrato no lo contempla”, y por la acción irresponsable de empresas y particulares que contratan volquetas sin supervisar el destino final de los residuos.
La urgencia no es solo técnica, pues en poco más de seis meses la ciudad debe adaptarse a un esquema de libre competencia para la recolección, con la promesa de ampliar servicios y reducir puntos críticos, pero con la sombra de una transición sin garantías claras.
En la entrevista, Galán anticipó algunas líneas de ese futuro: más eco puntos móviles donde recibir residuos especiales de manera gratuita, mejor coordinación con los recicladores, quienes tienen derecho constitucional a participar del proceso, y una nueva lógica contractual que incentive a los operadores a recoger todos los tipos de residuos, integrando la disposición final con criterios de salud pública y aprovechamiento.
Tras cada bolsa en la esquina hay una cadena de gestos e intenciones, o de desidia, que configuran el paisaje urbano.
Galán lo resume en una paradoja: “No podemos pretender que en cada esquina haya un camión y una escobita recogiendo lo que botamos; ese modelo ya se probó insuficiente”.
Ante este escenario, cambiar la cultura implica informar mejor, facilitar rutas alternas y garantizar la participación de los recicladores, pero exige, sobre todo, que la ciudadanía asuma una responsabilidad que trasciende el simple acto de dejar una bolsa en la calle.
“Las alcantarillas se llenan de toneladas de residuos y luego llegan las inundaciones", concluyó el alcalde, subrayando el círculo vicioso que amenaza con volverse permanente si no se enfrenta el reto con audacia y corresponsabilidad.