Colombia
Estés en España, Tokio, en París o en Buenos Aires, hay cosas que te devuelven directo a Colombia sin escalas. Porque el país no solo va en la cédula, sino en la sangre, en la memoria, en el oído y en el corazón.
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Por: Equipo de Redacción
Redacción Digital
Estas son algunas señales infalibles de que llevas a Colombia metido en el alma, aunque estés a kilómetros de distancia.
No importa si estás en un restaurante, en un Uber o en una fiesta. Apenas suena un acordeón o una tambora, algo dentro se activa: la nostalgia, las ganas de bailar y ese orgullo que hace que la piel se te ponga de gallina.
Puedes probar el café más caro del mundo, pero siempre falta ese no sé qué. Porque solo el café colombiano sabe a hogar, a sobremesa con amigos y a las mañanas en familia.
No hace falta más que un "¿de dónde sos?" para que la conversación fluya, las anécdotas salgan y el parche se arme. Los colombianos nos reconocemos en el tono, en la picardía y en las ganas de sentirnos en casa.
Pocas cosas generan tanto entusiasmo como describir nuestra comida. La arepa es patrimonio, la empanada un antojo imprescindible y el buñuelo... bueno, el buñuelo es Navidad, desayuno y felicidad en una sola bola dorada.
Basta oír un "¡Oh gloria inmarcesible!" para que los ojos se agüen. Es un reflejo, un acto de amor por la tierra, un recordatorio de lo que somos y de lo que extrañamos.
Porque la distancia se acorta cuando se escucha la voz de mamá, de la abuela o de los tíos, y siempre con la misma calidez que atraviesa el teléfono y el océano.
La amarilla es como un abrazo a la distancia. Verla en un estadio, en la calle o en un aeropuerto es motivo suficiente para un saludo cómplice y una sonrisa inevitable.
Allá en la tierrita, el de la tienda no solo sabía tu pedido, también te preguntaba por la familia, por el estudio, por la vida. Ese calor de barrio es insustituible.
Las expresiones son pasaporte emocional. Escuchar ese "parcero" en medio de un idioma extraño es como encontrar un oasis en el desierto.
Cuando brillan afuera, sentimos que cada aplauso es también para nosotros. Porque si algo sabemos es que talento es lo que hay, y sobra.
Porque sí: podemos tener defectos, pero si de sabor se trata, el colombiano es el primero en la pista. El ritmo nos corre por las venas y no hay esquina del mundo donde no lo demostremos.
Y es que ser colombiano es un orgullo que no cabe en la maleta. Es algo que llevamos puesto en la risa, en la nostalgia y en cada pedacito de mundo al que llegamos.
¡Feliz día de la independencia para todos los que, estén donde estén, siguen siendo puro corazón colombiano!