Colombia
La batalla espiritual no es contra carne y sangre. Descubre aquí un modelo de oración.
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Por: María Paula Vargas Rodríguez
Creativa Digital
“¿Quién como Dios?” Esta poderosa pregunta encierra el significado del nombre de Miguel, el arcángel que lidera los ejércitos celestiales. Aunque su figura ha sido exaltada por la tradición, su rol está profundamente arraigado en la Biblia como un defensor del pueblo de Dios, especialmente en tiempos de lucha espiritual.
En Daniel 10:13 y 12:1, Miguel es presentado como un “gran príncipe que protege al pueblo” en tiempos difíciles. Su presencia es una promesa del respaldo de Dios cuando las fuerzas del mal parecen rodearnos.
La Biblia nos recuerda en Efesios 6:12 que nuestras batallas más profundas no son físicas, sino espirituales. Por eso, no estamos llamados a confiar en nuestras propias fuerzas, sino en el poder de Dios.
Pues no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino contra gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales.
Dios, Hoy me acerco a ti en humildad y confianza, sabiendo que eres mi refugio y mi escudo. Reconozco que la batalla no es mía, sino tuya, y me rindo a tu voluntad, buscando tu protección sobre mi vida, mi hogar y mis seres amados. Te pido, en el nombre de Jesús, que envíes a tus ángeles, para que peleen por mí. Señor, revísteme con tu armadura espiritual: el yelmo de la salvación, el escudo de la fe, la espada de tu Palabra. Y que, como tú prometiste, “el ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los defiende” (Salmo 34:7). Gracias, porque en ti estamos seguros. En el nombre de Jesús, amén.
Porque Él mandará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. – Salmo 91:11–