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La historia de Sergio Vargas, uno de los íconos del merengue dominicano, está llena de talento, perseverancia y un toque de suerte. Su camino a la fama comenzó de manera inesperada, durante sus años de estudiante en el Liceo Público de Villa Altagracia.
En su tercer año de bachillerato, Sergio se enfrentaba a la posibilidad de no graduarse debido a una materia que no lograba aprobar: educación cívica y recreación. A pesar de las dificultades académicas, su pasión por la música lo impulsaba a seguir adelante.
En busca de un espacio para practicar su canto, Sergio y sus amigos se reunían bajo un puente donde el eco natural amplificaba su voz. Un día, el profesor de educación cívica, al escucharlo cantar, quedó impresionado por su talento y decidió darle una oportunidad.
El profesor lo incluyó en las actividades musicales del colegio, permitiéndole cantar en eventos, actos cívicos y festivales. La voz de Sergio se convirtió en la atracción principal, y pronto se corrió la voz sobre el “negrito que cantaba muy bien” en Villa Altagracia.
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