

Colombia
Hay títulos que no los entrega un jurado ni los respalda un trofeo, sino la memoria colectiva de un pueblo que decide a quién recordar como suyo.
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Creativa Digital
En la historia del folclor colombiano, pocos apodos tienen tanta carga simbólica como el de “El Rey Sin Corona”, un nombre que quedó para siempre ligado a Lisandro Meza y a su relación con el Festival de la Leyenda Vallenata. No fue un invento de mercadeo ni una autoproclamación artística: fue una respuesta popular a una noche que cambió el rumbo de su leyenda.
Todo se remonta a 1969, durante la segunda edición del Festival en Valledupar. Lisandro ya era una figura querida, seguida y celebrada por el público. Llegó al concurso como el gran favorito, con una plaza que coreaba su nombre y un acordeón que sonaba distinto: alegre, potente y profundamente conectado con la gente.
En aquella final, Lisandro Meza se enfrentó a otro gigante del acordeón: Nicolás “Colacho” Mendoza, representante del vallenato más tradicional y ortodoxo. Mientras Colacho defendía la escuela clásica, Lisandro imponía lo que él mismo llamaba su “estilo macho”: técnico, festivo y cercano al sentir popular.
Aunque el público no dejó de apoyarlo, el jurado tomó una decisión que sorprendió a muchos y declaró ganador a Colacho Mendoza. La reacción fue inmediata. Para la gente, Lisandro había sido el verdadero vencedor, y así comenzó a llamarlo la prensa y el pueblo: el Rey Sin Corona, un título que reconocía que, aunque no tenía el trofeo oficial, reinaba en el corazón de la gente.

Lejos de frustrarse, Lisandro Meza convirtió ese nombre en bandera. No estar atado a los cánones estrictos del festival, le permitió explorar otros caminos musicales: la cumbia, el porro, el paseo y la música sabanera encontraron en él un intérprete libre y auténtico.
Esa versatilidad lo llevó a trascender fronteras, convirtiéndose en uno de los artistas colombianos más internacionales de su época, con una música que sonó fuerte en México, Centroamérica y Estados Unidos. Años después, canciones, crónicas y relatos siguieron alimentando aquel episodio de 1969, consolidando su imagen como el artista del pueblo.
Incluso décadas más tarde, la polémica volvió a surgir cuando no pudo participar en el primer concurso de Rey de Reyes por no haber ganado la corona oficial. Para muchos, aquello no hizo más que reforzar el mito: Lisandro Meza nunca necesitó una corona, porque su reinado siempre estuvo en la gente.