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Ni los peores villanos de ficción podrían hundir al mundo en caos absoluto como una feroz tormenta magnética del Sol, capaz de desconectar todo lo que nuestra sociedad idolatra como infalible.
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Por: Juan Manuel Arias Montenegro
Creativo Digital

En la víspera de Halloween, el temor no proviene de criaturas sobrenaturales, sino del espacio, pues las erupciones solares y tormentas geomagnéticas son fenómenos capaces de provocar consecuencias devastadoras para la Tierra.
Imaginar un nuevo evento Carrington, una erupción solar tan intensa como la que afectó al planeta en 1859, expone un escenario de pesadilla: un “apagón” mundial, el colapso de la red eléctrica y la desconexión total de la tecnología.
En este contexto, el verdadero horror sería quedar atrapado en la oscuridad y el silencio de las comunicaciones muertas, bajo auroras fantasmales que anuncian la vulnerabilidad de la civilización hiperconectada, un miedo que se transforma al pensar que el Sol, la fuente de vida, pueda convertirse en el destructor de nuestra era digital.
Una tormenta solar se produce cuando el Sol expulsa de repente enormes cantidades de partículas, energía, campos magnéticos y material hacia el sistema solar.
Estas explosiones tienen su origen en la complejidad de los campos magnéticos solares, descritos como una cabellera despeinada tras un sueño irregular.
El Sol gira a distinta velocidad en su ecuador y en sus polos, lo que hace que sus campos magnéticos se retuerzan, distorsionen y finalmente se rompan.
Este proceso, conocido como reconexión magnética, libera una cantidad gigantesca de energía y puede dar lugar a fulguraciones y eyecciones de masa coronal (CME, por sus siglas en inglés), cuando estas ondas de energía y partículas alcanzan la Tierra, generan perturbaciones en el campo magnético terrestre, conocidas como tormentas geomagnéticas.

El encuentro de una tormenta solar con nuestro planeta puede tener diferentes consecuencias. Por ejemplo, una de las más visuales son las auroras boreales y australes, que en eventos extremos pueden observarse en latitudes bajas, tiñendo el cielo con colores espectrales.
Sin embargo, el daño potencial va mucho más allá de lo estético, dado que una tormenta geomagnética intensa puede provocar cortes de radio, fallos en sistemas de navegación GPS y, en situaciones críticas, apagones eléctricos de gran magnitud.
A pesar de ello, la atmósfera y el campo magnético terrestre ofrecen escudo frente a las partículas más peligrosas.
Como explicó Jaime Forero Romero, doctor en Física y profesor de la Universidad de los Andes, en entrevista para Olímpica Stereo, la clave de la protección planetaria radica en "el campo magnético", un factor determinante para la vida en la Tierra y la viabilidad de la tecnología moderna.
Forero Romero señaló que el campo magnético de la Tierra evoluciona y su intensidad fluctúa en ciclos que abarcan cientos de años: "La vida como la entendemos en la Tierra, y una condición para que otros mundos sean habitables, es que existe un campo magnético, porque el campo magnético nos protege de la radiación solar".
Si el campo se atenuara o desapareciera, la superficie terrestre quedaría expuesta a las partículas energéticas del Sol, lo que ocasionaría un severo incremento gradual de enfermedades como el cáncer sobre diversas generaciones, dado que la radiación solar llegaría sin las barreras naturales que actualmente existen.
"La transmisión genética de la información no sería viable por la actividad solar sin protección de la Tierra", agregó Forero Romero, que advirtió sobre un escenario de degradación paulatina de la vida terrestre.

Los efectos pueden ser más inmediatos y reconocibles en el impacto sobre la tecnología, dado que la constante dependencia humana de satélites, redes eléctricas y sistemas de telecomunicaciones convierte a estas infraestructuras en objetivos vulnerables frente a una tormenta solar severa.
"Si por un evento solar la comunicación satelital se perdiera por completo por un día, ¿qué pasaría aquí en la Tierra?", cuestionó Forero Romero, que recordó experiencias recientes en las que, incluso pequeñas interrupciones en plataformas como Amazon, provocan desestabilización global.
Un evento solar extremo podría interrumpir servicios vitales tales como televisión, internet, navegación GPS, operaciones bancarias, transferencias electrónicas y energía eléctrica: "Lo que haría una tormenta extrema sería quemar los circuitos de toda la infraestructura satelital. Hay ocasiones en las que la decisión es apagar todo por un momento hasta que pase la tormenta, pero, ¿qué sucedería si hubiera que desconectar la infraestructura global por una semana?”.
La humanidad no está preparada para este tipo de contingencias, ni para un apagón total de bancos, cajeros automáticos o sistemas de pago, situación que fue palpable durante recientes problemas técnicos en sistemas bancarios electrónicos, razón por la que sin satélites funcionando, la vida cotidiana, el comercio y hasta los servicios básicos caerían en el caos.

Ante la pregunta sobre la posibilidad de anticipar un evento Carrington moderno, Forero Romero remarcó la complejidad de los procesos físicos implicados en la generación de tormentas solares.
*"Estos eventos del sol dependen de una física que es la de los campos magnéticos al interior del sol" y aunque existen equipos y expertos monitoreando el clima solar en todo el mundo, la imprevisibilidad sigue siendo alta.
Ya existen antecedentes de eventos solares que han producido alteraciones en redes eléctricas y sistemas de comunicación, pero nunca a la escala catastrófica de un apagón global: "No tanto por la vida humana en cuanto a la integridad física, sino por nuestra capacidad de funcionar como sociedad dependiente de tecnología" concluyó Forero.