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Mientras los relatos de terror llenan el imaginario popular en Halloween, estos "depredadores invisibles" representan una amenaza auténtica en el universo, según explicó el doctor en Física Jaime Forero Romero.
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Por: Juan Manuel Arias Montenegro
Creativo Digital

En la temporada de Halloween, el imaginario colectivo suele llenarse de relatos de brujas, zombis y fantasmas; sin embargo, existe un miedo real, palpable en las profundidades del cosmos, cuya magnitud supera cualquier historia tenebrosa creada por la humanidad.
Los agujeros negros representan esa amenaza última: depredadores invisibles capaces de devorar la luz, el tiempo y, eventualmente, toda la existencia terrestre y a diferencia de los monstruos ficticios, estos objetos astronómicos son reales y sus posibilidades de afectar a nuestro planeta han sido motivo de especulación científica y asombro.
Este Halloween, el espacio se transforma en un escenario de auténtico terror, por lo que desde Olímpica Stereo Bogotá conversamos con el doctor en Física Jaime Forero Romero, profesor de planta de la Universidad de los Andes, para conocer detalles sobre esta amenaza real que se encuentra en el universo.
De acuerdo con el doctor Forero, un agujero negro es un objeto astronómico cuyo campo gravitatorio es tan intenso que nada, ni siquiera la luz, puede escapar de él.
La llamada superficie o horizonte de sucesos delimita el punto de no retorno, en el que la velocidad de escape excede a la de la luz, el máximo permitido por las leyes del universo.

Toda materia y radiación atrapadas por esa frontera están condenadas a una “espaguetización” atómica, desintegrándose hasta el límite de la existencia conocida.
Existen principalmente dos clases de agujeros negros estudiados por la astronomía actual. Por un lado, los de masa estelar, con entre tres y decenas de veces la masa del Sol, que pueblan la Vía Láctea y otras galaxias.
Por otra parte, los agujeros negros supermasivos, cuyo peso varía entre 100.000 y miles de millones de masas solares, se esconden en los corazones de la mayoría de grandes galaxias, incluida la nuestra.
Sobre cuál era el tipo de amenaza más inquietante, el doctor Forero explicó que una catástrofe asegurada en el lejano futuro o una “lotería” cósmica, incierta y posible en cualquier momento.
En el caso de esa “lotería”, la humanidad debería temer el encuentro con un agujero negro errante, un objeto que podría atravesar la región galáctica en la que se encuentra la Tierra.

Si esto ocurriera, explicó Forero, “básicamente se chuparía todo lo que encontrara a su paso”, por lo que el verdadero terror no reside en una colisión tradicional, sino en la devastación invisible y total, una marcha lenta e ineludible hacia la aniquilación.
Este proceso, lejos del dramatismo de los relatos de terror convencionales, sería un fin silencioso y absoluto: el vacío engullendo la vida sin posibilidad de resistencia o escape.
A diferencia de otros peligros espaciales más “visibles”, como los asteroides, los agujeros negros no pueden observarse directamente, pues ni siquiera reflejan luz, por lo que la detección de estos superdepredadores depende de su influencia sobre los objetos cercanos, lo que complica la posibilidad de anticipar una amenaza real contra la Tierra.
En 2020, el Premio Nobel de Física fue concedido “a los astrónomos que encontraron que en nuestra galaxia hay un agujero negro que tiene la masa de cuatro millones de veces la masa del Sol”; sin embargo, Forero indicó que ese coloso se encuentra a gran distancia y, por tanto, no representa un peligro inmediato.
El verdadero desafío, advirtió el profesor, radica en los posibles agujeros negros de menor tamaño: “Aunque sea pequeñito, come lo que se encuentre” y detectar uno de estos implica buscar rastros indirectos, como si se tratara de “un carro que viene de noche con las luces apagadas”.
Sobre cómo se forman estos objetos singulares, Forero señaló que la ciencia aún guarda muchas incertidumbres.
Se tiene un conocimiento relativo acerca de la formación de agujeros negros con masas semejantes a la del Sol, pero la existencia y el origen de los más pequeños, denominados primordiales, sigue siendo materia de debate.
El profesor explicó que “no sabemos cómo se forman”, y que incluso podría haber agujeros negros que nacieron junto con el universo mismo.
Estos enigmáticos agujeros negros pequeños serían, en opinión de Forero, los verdaderos potenciales portadores de terror para nuestro entorno, ya que podrían aproximarse sin advertencia y causar daños sin dejar rastro evidente.
A pesar de la inmensidad del espacio, la posibilidad de que uno de estos objetos errantes cruce la órbita de la Tierra, aunque altamente improbable, no puede descartarse por completo.

Una vez formado, un agujero negro tiene la capacidad de incrementarse en tamaño y masa al absorber materia circundante: “Estos agujeros negros comen y engordan” y el agujero negro supermasivo en el centro de la Vía Láctea, por ejemplo, continúa alimentándose del material a su alrededor a un ritmo extremadamente lento, pero constante.
A largo plazo, agregó Forero, el destino de muchas galaxias, incluida la nuestra, será ser absorbidas por estos gigantes cósmicos: “En miles de miles, de miles, de miles de millones de años, a esta galaxia se debe haber tragado ese agujero negro”.
Frente a la inquietud sobre si existen esfuerzos para enviar sondas o detectores hacia estos abismos cósmicos, el profesor indicó que, con la tecnología disponible, sería inviable llegar hasta ellos.
En cambio, la comunidad científica explora estrategias para identificar la huella gravitatoria y los rastros dejados por agujeros negros pequeños que pudieran pasar inadvertidos, aunque se trata de búsquedas complejas, pues los recursos suelen destinarse a fenómenos más fáciles de observar, como estrellas y galaxias.
No obstante, algunos científicos han propuesto métodos creativos para buscar estos objetos oscuros cerca de nosotros, aunque las iniciativas no siempre logran suficiente apoyo dentro de la comunidad.
Todo indica que, en el futuro lejano, el universo será un lugar dominado por agujeros negros supermasivos deambulando en la vasta nada.
Como describió Forero, cuando la expansión del universo haya avanzado lo suficiente y los agujeros negros hayan absorbido todo a su paso, lo único que quedará será una oscuridad perpetua, sin luz ni posibilidad de testigos.
Es por eso que el horror de los agujeros negros, a diferencia del imaginario de Halloween, reside precisamente en su realismo, pues no se trata de un cuento, sino de una posibilidad remota y silenciosa, atestiguada por la física y los telescopios, que convierte al vacío en el monstruo definitivo del universo.