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El vallenato no solo es un género musical, sino también una expresión de sentimientos y vivencias que han unido a generaciones. En el caso de Miguel Morales y su hijo Kaleth Morales, la música fue mucho más que una simple pasión: se convirtió en el puente que fortaleció su relación y dejó una huella imborrable en la historia del vallenato.
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Desde la década de los 80, Miguel Morales ha sido un referente del vallenato romántico, consolidándose como uno de los grandes exponentes del género. Su paso por Los Diablitos y su posterior carrera como solista lo llevaron a enamorar a miles de seguidores con letras cargadas de sentimiento y melodías inolvidables.
Su talento no solo marcó una generación, sino que también influyó directamente en su hijo Kaleth, quien, desde muy pequeño, se sintió atraído por la música de su padre.
Siguiendo los pasos de su padre, Kaleth Morales irrumpió en la escena musical con un estilo propio, dando origen al llamado "vallenato nueva ola". Con letras frescas y sonidos innovadores, capturó la atención del público joven y revitalizó el género.
Su gran éxito "Vivo en el limbo" lo llevó a la fama rápidamente, convirtiéndolo en una de las promesas más grandes del vallenato moderno.
El nombre de Kaleth Morales tiene un significado especial para su padre. Miguel Morales relató que cuando supo que su esposa estaba embarazada, comenzó a buscar un nombre con un trasfondo poderoso.
"Me encontré con el nombre Caleb en la Biblia y descubrí que fue un hombre al que Dios comprometió a rescatar una tierra", explicó Miguel Morales.
Sin embargo, decidió modificarlo y agregarle la letra "K" porque era fanático de Kaliman, un personaje de cómic muy popular. Así nació el nombre Kaleth, un nombre con fuerza y carácter que hoy es sinónimo de talento y pasión por el vallenato.
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Aunque Kaleth forjó su propio camino y estilo, la influencia de Miguel Morales fue clave en su desarrollo musical. Desde su infancia, estuvo rodeado de música, creciendo en un ambiente donde las melodías del acordeón y las letras poéticas eran el pan de cada día.
El apoyo incondicional de su padre lo impulsó a seguir sus sueños y a dejar su huella en el vallenato. Juntos compartieron el amor por la música, un vínculo que ni el tiempo ni la distancia pueden borrar.
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