Colombia
Murió el papa Francisco a los 88 años. Fue el primer papa latinoamericano y un pastor que cambió la Iglesia con cercanía.
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Por: María Paula Vargas Rodríguez
Creativa Digital
El papa Francisco falleció este lunes a las 7:35 a. m., hora de Roma, en su residencia de la Casa Santa Marta, a los 88 años. La noticia fue confirmada oficialmente por el cardenal irlandés Kevin Joseph Farrell, Camarlengo de la Santa Sede, en un comunicado que conmocionó al mundo católico y marcó un nuevo capítulo en la historia del Vaticano.
"Queridos hermanos y hermanas, con profundo dolor debo anunciar el fallecimiento de nuestro Santo Padre Francisco. A las 7:35 de esta mañana, el Obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre”, expresó Farrell desde el Vaticano.
Francisco, nacido como Jorge Mario Bergoglio, fue el primer papa latinoamericano en la historia de la Iglesia Católica. Elegido en marzo de 2013, su pontificado se caracterizó por un fuerte llamado a la reforma de la curia, el diálogo interreligioso y la defensa de causas sociales como la migración, el cuidado del medio ambiente y los derechos de los marginados.
Su fallecimiento ocurrió un día después de su última aparición pública: durante la misa de Pascua, desde el balcón de la Basílica de San Pedro, donde impartió la bendición Urbi et Orbi. Aunque visiblemente debilitado, logró hablar ante miles de fieles congregados en la plaza. Fue su primer mensaje tras superar una grave neumonía que lo tuvo hospitalizado más de un mes… y fue también el último.
Desde la Santa Sede se informó que Francisco pidió unos funerales sencillos, centrados en la fe de la Iglesia en la Resurrección. Según indicó el arzobispo Diego Ravelli, los ritos respetarán el deseo del pontífice de mantener la sobriedad y la espiritualidad.
Antes de convertirse en el líder de más de mil millones de católicos, Jorge Mario Bergoglio era un argentino común, hijo de inmigrantes italianos provenientes de Piamonte. Nació el 17 de diciembre de 1936 en Flores, un barrio popular de Buenos Aires. Su padre, Mario, trabajaba como contador en el ferrocarril, y su madre, Regina Sivori, se encargaba del hogar y de criar a sus cinco hijos.
Estudió química en un principio, pero a los 21 años sintió el llamado religioso y entró al seminario de los jesuitas, una orden conocida por su rigurosa formación intelectual y su compromiso social. En 1963 regresó a Argentina y se licenció en Filosofía en el Colegio San José, de San Miguel. Durante los años siguientes, fue profesor de Literatura y Psicología, y más tarde rector del mismo colegio, así como maestro de novicios en Villa Barilari.
El 13 de diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote, destacándose rápidamente por su cercanía con la gente. En 1973 fue elegido provincial de los jesuitas en Argentina, en pleno contexto político convulso.
Su trayectoria también lo llevó a ocupar roles académicos de alto nivel: fue canciller de la Universidad Católica Argentina y autor de varios libros, entre ellos Meditaciones para religiosos (1982), Reflexiones sobre la vida apostólica (1986) y Reflexiones de la esperanza (1992).
En 1998 fue nombrado arzobispo de Buenos Aires, y ahí empezó a ganarse un reconocimiento más amplio. Lo llamaban “el obispo de los pobres” por su estilo austero y su compromiso con los más necesitados. Su forma de vivir el Evangelio con sencillez lo convirtió en una figura auténtica, distinta dentro de la jerarquía eclesial.
Y entonces, en 2013, tras la renuncia del papa Benedicto XVI, el mundo miró hacia Roma. El 13 de marzo, la famosa fumata blanca anunció que había un nuevo papa. El cónclave eligió a Jorge Mario Bergoglio, quien decidió llamarse Francisco, en honor a San Francisco de Asís. Cuando apareció en el balcón del Vaticano y saludó con un sencillo “Buonasera” y una tímida sonrisa, el mundo conoció al primer papa latinoamericano y primer jesuita en ocupar el trono de San Pedro.
Desde entonces, rompió moldes: habló de una “Iglesia pobre para los pobres”, pidió no juzgar a las personas por su orientación sexual, denunció la destrucción ambiental como un pecado contra Dios y defendió con fuerza a migrantes y descartados del sistema.
Durante su papado, visitó países en conflicto, pidió perdón por los errores de la Iglesia en casos de abuso, promovió reformas internas y mantuvo una agenda marcada por la justicia social. Aunque no estuvo exento de críticas, especialmente de sectores conservadores, su estilo directo, su lenguaje sencillo y su forma de mirar a los ojos al que sufre lo convirtieron en una figura querida dentro y fuera del catolicismo.
Hoy, tras su muerte, el mundo recuerda a un hombre que se atrevió a hacer las cosas distinto. Un pastor con los pies en la tierra, el corazón con los humildes y la mirada siempre puesta en la esperanza.