

Colombia
En entrevista con "Temprano es Más Bacano", el cantante explicó que marcado por encuentros milagrosos y aprendizajes, vuelve al país convencido de que su misión en la música es encender alegría y fortalecer la fe de quienes lo escuchan.
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Por: Juan Manuel Arias Montenegro
Creativo Digital

Bogotá latió fuerte ante el anuncio del regreso de Yuri Buenaventura a los escenarios de la capital, pero la expectativa desbordó todas las previsiones: las dos primeras fechas de su concierto en el Teatro Colsubsidio, programadas para el 7 y 8 de noviembre, lograron sold out en cuestión de días, una señal inequívoca del amor y la admiración que el país le profesa al maestro de la salsa.
Por tal motivo, el artista anunció una tercera función, el sábado 8 de noviembre a las 4:00 p. m., para que más corazones puedan sumarse a esta celebración del lanzamiento de su nuevo álbum, Ámame.
Por tal motivo, el cantante colombiano responsable de éxitos como No estoy contigo o Ne me quitte pas, fue invitado a la cabina de Olímpica Stereo Bogotá, donde compartió detalles de su vida como artista, sus experiencias cercanas a la muerte y cómo soñar con un futuro en la música lo llevó a cruzarse con un hombre en bicicleta que le cambió la vida.
Detrás del brillo del escenario y de los aplausos hay una historia que se forjó lejos de las luces. Yuri Buenaventura, nacido en el Pacífico colombiano, es mucho más que un nombre ilustre de la salsa contemporánea.
Reconocido como uno de los grandes exponentes del género, embajador cultural, poseedor de cinco discos de oro en Europa, su travesía comenzó en medio de dificultades que hoy parecen casi irreales.
Yuri compartió recuerdos vívidos de sus primeros días en Francia, cuando llegó buscando un destino y encontró, en cambio, tres años de vida en la calle: “Terminé en la calle tres años, viviendo en la calle y haciendo música en los metros”.
Allí, entre el cansancio y el frío, sentado con su bongó sobre las piernas, el destino tejió la primera red de milagros.
Un día, mientras tocaba, un extraño con un ramo de flores le preguntó de dónde era, “de Colombia”, respondió, el desconocido le entregó un número: era Camilo Azuquita, cantante panameño de Fania, el mismo que reemplazó a Ismael Rivera.
Por esas vueltas impredecibles de la vida, pronto Yuri se encontraba cargando atriles y uniformes para Azuquita, abriéndose paso en la escena musical europea.

Francia, en aquellos días, no era territorio conquistado por la salsa: “Los colombianos no éramos tan fuertes, estaban los puertorriqueños, los cubanos, lo nuestro era la cumbia, nos estigmatizaban”, relató.
Fue casi por accidente y por amor que un golpe maestro cambió el rumbo: grabó una versión de salsa en francés, que enamoró al público local. El resultado, una explosión de popularidad: “Arrancamos a vender álbumes, vendimos un millón quinientos mil.”
La magia de la casualidad tocó de nuevo cuando una maqueta de Ne me quitte pas, incluida en su primer álbum Herencia Africana, fue programada en una pequeña radio de madrugada y un taxista escuchó la canción la misma noche que transportaba al presidente de Universal.
Al día siguiente, el destino volvió a escribir: la disquera buscó a Yuri y comenzó el ascenso internacional. El artista recuerda entre risas cómo el episodio con el empresario que sería el responsable de su contrato con Sony le cambió la vida, pues el hombre se le acercó de una manera humilde, por lo que Buenaventura firmó un papel “solo por las apariencias, creyendo que el importante venía en limusina.
Convertido en embajador de la salsa, Yuri Buenaventura no claudicó su compromiso con las raíces. En Europa, donde la industria musical es parte estructural de la cultura y no mero entretenimiento, se dedicó a enseñar qué es Colombia: “La columna vertebral del trabajo ha sido pedagógico con los franceses, mostrarles qué es Colombia”.
En sus conciertos y producciones, el mensaje ha sido inconfundible: honrar a los suyos y al pueblo, por lo que cuando le preguntan por sus referentes, Yuri responde sin dudar: “Primero, el pueblo, el pueblo latinoamericano, la negritud, la gente del Pacífico”, y entre los grandes intérpretes, rememora a Héctor Lavoe e Ismael Rivera.
Sin embargo, hay un secreto que impulsa cada nota, cada gesto. Hace siete años, sufrió un accidente en tarima: la estructura se vino abajo, él cayó de cabeza y, por unos instantes, murió.
“Yo vi algo en el cielo como una luz y esa luz me dijo: 'Te moriste, y esa vida que tú decías: Mi vida, o que cuando maldecías la vida, porque uno tiene tendencia a maldecir la vida… esa vida no era tuya, yo te la prestaba'. Me sopló aquí y me dijo: Esta es otra”.
Regresó del abismo con cinco fracturas y la mandíbula desmontada; desde entonces, su compromiso ha sido claro: cantar desde la luz, transmitirla en cada show.
“Mi trabajo ahora como cantante es estar dos horas en la tarima, una hora y media, recibiendo esa luz y pasándola", confesó conmovido, por lo que su vida se convirtió en milagro y propósito: ser luz para quienes lo escuchan, compartir felicidad, ser un canal.
Aunque reside en Francia, regresa con frecuencia a su tierra, pues explicó que cuida de sus padres en Buenaventura y Cali, y busca inspiración en las ferias y los recuerdos.
Su más reciente álbum titulado Ámame, lo escribió entre nostalgias y desamores durante la Feria de Cali: “Yo soy autor, compositor, escribo mis canciones y ese álbum lo escribí en la Feria de Cali el año pasado, muy triste, una tusa tremenda”.

Las boletas para la nueva función están disponibles en tuboleta.com y en el call center 593 63 00. Tres funciones, un mismo sentimiento: ver al embajador de la salsa regresar a su casa convertido en luz y esperanza.
Mientras tanto, Yuri Buenaventura sostiene el mensaje recibido en su experiencia cercana a la muerte y lo transforma en consigna: en cada acorde, transmitir vida, enseñar fe y recordar que, como dice él: “Estas cosas son cosas de amor”.