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La pandemia aceleró el desarrollo tecnológico, destacando la inteligencia artificial (IA) como uno de los avances más revolucionarios.
A medida que nos adaptamos a un mundo cada vez más digital, surge la pregunta: ¿es la IA una amenaza que podría reemplazar empleos o una herramienta para aumentar nuestra productividad?
Aunque la IA parece moderna, su concepto data de los años 50. Sin embargo, su capacidad para aprender y decidir no es verdaderamente "inteligente" como la humana; necesita vastos datos y recursos para funcionar.
Las máquinas imitan el aprendizaje humano, pero requieren inmensos recursos de computación y energía.
Reemplazar a los humanos en diversas tareas sería extremadamente costoso y poco práctico. La IA necesita enormes cantidades de datos y energía para funcionar, y aunque puede automatizar procesos simples, no puede sustituir la creatividad y el juicio humano en tareas complejas como el diseño o la gestión empresarial.
Otro grupo de personas ni siquiera sabe que está entrenando máquinas de inteligencia artificial. Algunos productos y servicios incluyen en sus términos y condiciones que, si el usuario quiere utilizarlos, debe aceptar que se haga registro de cómo usa el producto para entrenar este tipo de máquinas. Esto ocurre, incluso, si el usuario está pagando esos servicios con plata de su bolsillo.
La IA puede ser una amenaza para aquellos en trabajos de baja calificación o en países con menos recursos, donde las empresas pueden explotar las condiciones laborales.
También puede perjudicar a quienes no tienen un buen entendimiento de la tecnología o a quienes trabajan en sectores donde la automatización es una opción.
Los profesionales con habilidades especializadas y los pequeños empresarios pueden aprovechar la IA para mejorar su productividad y eficiencia.
Para obtener el máximo beneficio, es crucial saber dar instrucciones claras a la IA y participar en su entrenamiento, asegurándose de que se reciban compensaciones justas por ese esfuerzo.
Para sacar el máximo provecho de la IA, es esencial comprender su funcionamiento y utilizarla como una herramienta para complementar el trabajo humano, no para reemplazarlo.
El uso estratégico y ético de la IA puede ofrecer ventajas competitivas sin comprometer la calidad o integridad del trabajo humano.
La inteligencia artificial no es intrínsecamente buena o mala; su impacto depende de cómo se use y de las decisiones que tomemos como sociedad. Con un enfoque informado y responsable, la IA puede ser una aliada poderosa en lugar de una amenaza.
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