Colombia
Nicolás Vargas vio al papa Francisco a solo metros, horas antes de su muerte. Un testigo casual de la última bendición del pontífice.
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Por: María Paula Vargas Rodríguez
Creativa Digital
Por unas horas, la historia y la vida de Nicolás Vargas Beltrán se cruzaron con la del hombre que lideró la Iglesia católica por más de una década. En su última aparición pública, el papa Francisco bendecía con esfuerzo a la multitud congregada en la Plaza San Pedro, sin saber —o quizás sabiéndolo— que ese sería su adiós. Murió al día siguiente, el lunes 21 de abril, en Roma, a los 88 años.
Fue un domingo de Pascua atípico. El pontífice no presidió la misa, delegó esa tarea al cardenal Ángelo Comastri. Se mantuvo en una silla elevada, detrás del altar, mientras el papamóvil recorría lentamente la plaza decorada con flores de colores. Apenas podía levantar las manos, pero allí estaba. Frágil, sin la energía que lo caracterizaba, bendiciendo a bebés traídos por asistentes, saludando a los fieles. Desde el balcón de la Basílica, y con la voz de un asistente, impartió la bendición “Urbi et Orbi” y pidió paz para Gaza, libertad para los rehenes, y un alto al antisemitismo.
Nicolás Vargas, un joven colombiano que se encontraba en Roma por turismo, vivió esa escena desde una cercanía privilegiada. Lo que comenzó como una visita casual a la Basílica terminó en una experiencia íntima con la historia.
“A un man de seguridad del Vaticano le caímos bien. Nosotros estábamos ahí sentados y después de que se llenó (la plaza) nos dejó pasar. Nos metieron donde estaban casi que los cardenales, las monjas… ¡A menos de diez metros del altar!”, cuenta Nicolás, aún asombrado. Recuerda la misa como un acto solemne, multilingüe, cargado de simbolismo. Donde narra que esta ceremonia se celebró en varios idiomas, entre ellos inglés, francés, árabe, ruso, chino, latín y hebreo.
“Estábamos siguiendo la lectura en cartillas que nos dieron. Leían un párrafo, luego venía un coro, y así durante dos horas”. Pero el momento que lo marcó fue el final. “De repente dijeron: ‘va a salir el Papa por una ventana roja’. Y ahí fue. Lo vimos. Salió. Y justo cuando íbamos a salir, la Guardia Real nos detuvo. Tuvimos que quedarnos... y en eso, ¡sale el papa! ¡El papa! A menos de cinco metros de mis ojos. Indescriptible. Solo lo pueden contar los videos”.
Desde su hospitalización en marzo por una neumonía severa, la salud del papa Francisco había sido motivo de preocupación. El Vaticano mantuvo una postura cauta, informando sobre su salida del hospital el 23 de marzo y asegurando que “se encontraba estable”, aunque no retomaría todas sus funciones litúrgicas. Lo cierto es que las imágenes de su última aparición confirmaban lo que los comunicados no decían: Francisco estaba muy debilitado.
Aun así, en su mensaje final, volvió a lo esencial: “Expreso mi cercanía a los pueblos israelí y palestino. Pido un alto el fuego, la liberación de los rehenes y ayuda urgente para quienes pasan hambre”. Ese fue su último llamado, su última oración. Y Nicolás fue testigo.
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