Colombia
Desde el Vaticano, el líder de la iglesia Católica evocó sus raíces pastorales en Perú y dejó entrever las prioridades de su pontificado.
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Creativa Digital
En su primera aparición pública como pontífice, el papa León XIV, anteriormente conocido como el cardenal Robert Francis Prevost, sorprendió al mundo al dirigir un emotivo saludo en español a su antigua diócesis de Chiclayo, Perú.
Desde el balcón de la Basílica de San Pedro, expresó: “Saludo con especial afecto a mi querida diócesis de Chiclayo”, destacando la fidelidad y compromiso de la comunidad peruana con la fe cristiana.
La conexión del nuevo pontífice con Perú no es circunstancial. Llegó al país en 1985 como misionero de la Orden de San Agustín y, desde entonces, dedicó buena parte de su vida al acompañamiento pastoral en zonas rurales y urbanas del norte. Fue vicario parroquial, canciller en la Prelatura de Chulucanas, y finalmente obispo de Chiclayo, cargo al que fue nombrado en 2014 por el papa Francisco.
En 2015, en un gesto de integración y cariño por el país, asumió también la nacionalidad peruana. Su paso por tierras peruanas marcó profundamente su visión pastoral, anclada en el servicio, la cercanía con las comunidades y la defensa de los más necesitados.
La formación y el recorrido de León XIV lo sitúan como un papa con sensibilidad hacia los desafíos del sur global. Su experiencia en Perú le otorgó cercanía con la teología del compromiso social, el pensamiento pastoral nacido en Medellín y Puebla, y la defensa de la opción preferencial por los pobres. Además, su conocimiento directo sobre la realidad de la Amazonía, los pueblos originarios, la migración y la corrupción institucional, lo convierten en un líder eclesial con una mirada profundamente latinoamericana.
Con palabras sencillas pero cargadas de significado, el nuevo Papa ha dejado claro desde su primer saludo que sus raíces espirituales no olvidan a los que caminan desde abajo. Y desde Chiclayo, hasta Roma, ese mensaje ya comenzó a resonar.
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