Colombia
La agrupación mexicana recibió su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood tras 50 años de carrera. Un homenaje a sus raíces, a los trabajadores invisibles de América y a la música que une generaciones.
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Por: Equipo de Redacción
Redacción Digital
En el corazón de Michoacán, dos niños con guitarras al hombro y mucho que cantar se paraban en la plaza de Ario de Rosales para regalar su música a quien quisiera escucharla. Medio siglo después, esos mismos niños —hoy conocidos como Marco Antonio y Joel Solís— llegaron al Paseo de la Fama de Hollywood, acompañados de su banda, Los Bukis, para recibir uno de los mayores reconocimientos de la industria del entretenimiento: una estrella con su nombre.
Este 23 de julio, frente al número 7060 de Hollywood Boulevard, Los Bukis hicieron historia. No solo como íconos de la música latina, sino como símbolo de una comunidad que ha luchado en silencio: la comunidad migrante.
El ambiente estaba cargado de emoción. La multitud, compuesta por fanáticos de varias generaciones, ondeaba banderas mexicanas y coreaba fragmentos de “Tu cárcel” y “Mi mayor necesidad”. El actor Demián Bichir y el comediante Gabriel “Fluffy” Iglesias fueron los encargados de hablar sobre la trascendencia de la banda, no solo en términos musicales, sino sociales.
Pero fue Marco Antonio Solís quien ofreció las palabras más conmovedoras de la ceremonia:
“Queremos dedicar esta estrella a todos los inmigrantes reunidos aquí y en este hermoso país; a todos los trabajadores que se esfuerzan todos los días por servir. Yo los llamo la fuerza de servicio silenciosa, que a pesar de ser silenciosa, hace mucho ruido”.
Con la voz quebrada, El Buki mayor remató con un mensaje de fe y lucha:
“Sí se puede, y se va a poder siempre, mientras llevemos la bandera de la honestidad, de la voluntad y, sobre todo, la de la fe en Dios”.
Los Bukis no solo han llenado estadios y vendido millones de discos. Han sonado en los hogares de migrantes, en cocinas, talleres, campos de cultivo y estaciones de radio a lo largo y ancho del continente. Su música —esa mezcla de balada romántica, sonidos regionales y letras nostálgicas— ha sido el refugio emocional de quienes cruzaron fronteras con una maleta cargada de sueños.
Por eso, la estrella en el Paseo de la Fama no representa solo una carrera exitosa. Representa cada lágrima, cada esfuerzo y cada pedazo de identidad que los latinos han dejado en suelo estadounidense.
Durante la ceremonia, Iglesias (comediante mexicano) recordó cómo su madre lo despertaba con un cassette de Los Bukis cada mañana. Para él, como para tantos otros, esas canciones son parte de su memoria afectiva.
Y es que, temas como “Dónde estará mi primavera” o “Acepto mi derrota” no solo narran historias de amor o desamor, sino también de esperanza, resistencia y arraigo. Son parte del ADN sentimental de una comunidad que ha hecho del recuerdo un lugar donde habitar.
Pocos imaginarían que aquellos dos primos michoacanos que tocaron en Siempre en Domingo como el Dueto Solís, llegarían a compartir cartel con leyendas de la música internacional. De cantar en estaciones de metro y bares capitalinos, pasaron a llenar escenarios como el Auditorio Nacional, el Madison Square Garden y, ahora, a dejar su huella eterna en Hollywood.
Marco Antonio Solís, quien ya tenía su propia estrella desde 2010, se convirtió así en el único artista latino con dos estrellas en el Paseo de la Fama: una como solista y otra como líder de una de las bandas más queridas del continente.
En tiempos de discursos polarizantes y políticas migratorias inciertas, Los Bukis no solo dedicaron su reconocimiento a sus fans. Lo hicieron a los jardineros, niñeras, cocineros, obreros y soñadores que día a día mueven el engranaje silencioso de Estados Unidos.
“Todo se puede en este país”, dijo Marco Antonio.
Y mientras su estrella brilla en el suelo más emblemático del espectáculo mundial, sus palabras resuenan con fuerza en los corazones de quienes han cruzado mares, desiertos y barreras sociales.
La estrella de Los Bukis en el Paseo de la Fama no es solo de ellos. Es de cada migrante que bailó su música en una cocina lejana, cada madre que cantó sus letras con nostalgia, y de cada corazón que encontró consuelo en sus baladas.
Hoy, el romanticismo tiene un nuevo punto de encuentro en Hollywood… y lleva nombre de orgullo latino.