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Yeison Jiménez, como muchos otros artistas a nivel mundial, tuvo que reinventarse y adaptarse a los desafíos impuestos por la pandemia del COVID-19. Las restricciones de movilidad y los cierres de establecimientos obligaron a la industria musical a buscar nuevas formas de conectar con el público.
Pero hubo un punto en el que estas nuevas formas de hacer música no daban los resultados económicos que el artista esperaba y necesitaba para suplir con sus responsabilidades.
“Ya cuando la Pandemia se empieza a alargar y yo tenía unos costos fijos de 160 millones mensuales, me tocó pensar que iba hacer”, asegura el intérprete de ‘El Desmadre’.
Entonces, se atrevió a aceptar los toques privados de personas con mucho dinero que lo llamaban para que les cantara. Pero el artista era enfático en decirles que, pese a la contingencia no podía asistir con su agrupación, sino con una pista que conectaría a un computador y un amplificador de música mientras él cantaba.
“Prendía la moto y me venía en una MT desde Villavicencio hasta Medellín y cantaba con pistas”, cuenta el artista, quien, indica, aprovechó su licencia de ganadero para poderse movilizar a pesar de las restricciones de confinamiento que había en todo el país.
Hasta 3 días cantando en una finca duraba Yeison Jiménez cuando lo contrataban para los shows privados.
“Mucha gente tenía la tula, o tiene la tula y se encerró, y dijo que se iba a gastar la plata, porque si se iba a morir, se moría disfrutando la vida”, recordó el artista.
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